viernes, 25 de octubre de 2013

Reflexiones.


Es contradictorio, sentirse tan insignificante con respecto al mundo, y a la vez sentirse lo más importante con respecto a uno mismo.
Al fin y al cabo, cada uno somos los protagonistas de nuestra propia historia, esto que llamamos vida.
Es misterioso como cada día de nuestra vida va pasando intensamente, mientras en la vida de los demás, carece de importancia.
Somos tan insignificantes que nos limitamos a vivir, pero nadie más lo hará por nosotros.
Nadie sentirá nuestro dolor, ni nuestra dicha. Pues estarán ocupados viviendo su propia historia.
Pero, ¿qué ocurre cuándo nos damos cuenta que nuestra vida está conectada a la vida del resto de personas?
‘’Nuestra vida no nos pertenece, desde el vientre hasta la tumba estamos unidos unos con otros; del pasado y del presente, y en cada crimen que cometemos y cada gesto amable , alumbramos nuestro futuro’’
Deberíamos dejar el egocentrismo a un lado y ser un poco más empáticos.
Nuestra vida es tan importante como la vida de otros, pero estamos tan ocupados mirando nuestro propio ombligo que ignoramos el sufrimiento ajeno.
No deberíamos temer la soledad, pues ella es nuestra única compañía cuando no hay nadie.
No deberíamos temer el dolor, pues él nos hará más fuerte.
No deberíamos pensar que nuestra vida es insignificante, porque somos necesarios en la vida de otros.
En éste mundo en el que cada cual se preocupa de sí mismo, nosotros mismos debemos aprender a consolarnos en momentos difíciles y tener el coraje de tenderle la mano al que tenemos al lado, a pesar de que el silencio y la soledad sean los únicos espectadores.
No debemos esperar nada de nadie, y tenemos la obligación como personas de dar desinteresadamente.
Eso hará de nuestro recuerdo algo eterno y nos hará inmortales en los corazones.
Recuerda que cada acto por insignificante que parezca en tu vida, será eterno en el tiempo y en la vida de los demás.
Cada uno somos nuestra propia leyenda.

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